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Y sucedió lo inesperado


Y SUCEDIÓ LO INESPERADO

Después de que centenares de lágrimas le laceraran las mejillas, tomó un objeto de debajo de su cama. Lentamente acercó la pequeña pistola calibre 22 a su sien. Se situó frente a la ventana que daba a la calle Los poetas muertos. El pianista al que un dictador fascista (de apellido italiano) le mandó a cortar las manos vendía globos en el parque de Los Truenos, donde, un viejo y desdentado perro callejero luchaba por devorar un hueso putrefacto. Se detuvo un instante y pensó: Ellos aún le buscan un sentido a la vida, se aferran a ella y yo solo por el engaño de mi novia quiero suicidarm…

Accidentalmente, la pistola se disparó y el poeta cayó al piso, mientras se le dibujaba una sincera sonrisa en su ensangrentado rostro.   

                                                                            Rafael Midence Ávila

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