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Viernes 9 María Moliner, la mujer que escribió un diccionario

           María Moliner, la mujer que escribió un diccionario



María Moliner hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana”. Los elogios del Nobel de literatura, Gabriel García Márquez a la magna obra de la lexicógrafa aragonesa, quizás sean los que mejor resumen la importancia fundamental de su legado.

Una historia de titánico esfuerzo, y amor a las palabras que se esconde detrás de ese maremagnum de definiciones y significados, que es el “María Moliner”, tal y como se conoce popularmente al Diccionario.

Un proyecto que adquiere el significado de obra con mayúsculas a la que dedicó más de 15 años de su vida con una determinación inquebrantable. Trabajaba más de diez horas seguidas para alcanzar la excelencia. Cada ficha se elaboraba a máquina y era corregida por la propia Moliner a mano, una a una, en un trabajo cuasi monacal.

Toda una hazaña, viniendo de esa “señora recoleta”, madre de cuatro hijos y refractaria a la coquetería, como ella misma se definía, y que sería imposible repetir en nuestra realidad dominada por las nuevas tecnologías.

“Ya no hay filólogos que dediquen media vida y en solitario a hacer un diccionario…Las nuevas tecnologías han convertido esta tarea en una labor colectiva.”, rememora Inmaculada de la Fuente, la autora de la biografía El exilio interior. La vida de María Moliner (Editorial Turner).

Para la escritora, Moliner no se limitó a hacer un Diccionario, sino que creó un mundo de palabras jerarquizadas y legó su inmenso saber gramatical a todos los usuarios del español. El DUE (Diccionario del Uso del Español) es obra de referencia obligada, sobre todo, para estudiantes, escritores y traductores. Sin perder un ápice de actualidad y frescura.

Un universo de palabras

Las raíces de todo este coraje se esconden en la propia biografía de la aragonesa.  
Alumna aventajada de la Institución Libre de Enseñanza, poseedora de un carácter serio, recio y determinado. Según describían sus hijos “parecía que al andar se tragara el aire, porque lo suyo no era andar sino llegar”.

María Moliner era “enemiga de hacer por hacer” y por tanto, cuando se empeñaba en algo era porque valía la pena, y necesitaba hacerlo “correctamente hasta las últimas consecuencias”, explica de la Fuente en su semblanza.

Licenciada en Filosofía y Letras, ejerció como archivera y puso en marcha las llamadas Misiones Pedagógicas que llevarían hasta los pueblos de la España rural de los años 30, una red de Bibliotecas Populares. Fue un intento, casi un sueño para Moliner, por acercar los libros a los más desfavorecidos, que luego quedaría definitivamente truncado con la Guerra Civil. 

Durante la Guerra María Moliner consiguió hacer llegar libros a los soldados en el frente, siempre sobrevolando en su vida la omnipresente obsesión por la cultura y la educación.
“Para María la educación era la base del progreso; consideraba que leer era un derecho incluso espiritual y que, por tanto, cualquier ciudadano en cualquier lugar tenía que tener a mano el libro o los libros que deseara leer.”, reseña la autora.
Su labor le costó ser depurada y apartada tras la victoria franquista. Aquí arranca la etapa del llamado “exilio interior”. Para Inmaculada de la Fuente, "Resistió el ostracismo al que fue conducida por su pasado republicano, resistiendo elegantemente, en silencio, y creando".
 

La melancolía de las energías no aprovechadas

Alejada a la fuerza de una vida que le apasionaba, Moliner recala en Madrid (1946) y comienza a trabajar en la Biblioteca de la Escuela de Ingenieros Industriales, dónde se jubilaría 24 años después.
Una labor muy por debajo de sus expectativas, sin apenas estímulo intelectual, "Es una mezcla entre balneario y pudridero", llegaría a afirmar. En esta época  la idea del Diccionario empieza a germinar en su mente, donde se remueve “la melancolía de las energías no aprovechadas”. El reto de acometer la obra se perfila como “una aventura atractiva, libre y original” ante un horizonte sombrío. Se inspira en el  'Learner's Dictionary' inglés y se lanza a por su sueño.

“Estando yo solita en casa una tarde…”, así evocaba, años después, el momento en el que decidió iniciar la empresa, que algo tenía de “quijotesca”. La labor que arrancó para seis meses acabó alargándose, y de alguna forma se convirtió en la luz que guió sus pasos en esta “otra vida”. 

Se levantaba al amanecer y trabajaba durante las mañanas sin apenas pausas, después de una pequeña siesta proseguía con las fichas hasta que caía la noche. Así durante 16 años.
Pasito a pasito formó este universo de palabras que edificaron esta obra de referencia: “Entre los valores de María Moliner como filóloga hay que destacar la claridad de sus definiciones y la utilidad de su Diccionario, que tiene en cuenta el habla y la norma, que ayuda al lector a encontrar el concepto que busca y al mismo tiempo a encontrar la palabra adecuada a la idea que está pensando.”, explica Inmaculada de la Fuente.



El sillón de la academia que nunca llegó

En 1967, publicado por la editorial Gredos el DUE vio la luz (dos tomos de casi 3000 páginas y tres kilos de peso). Aunque ella siempre mantuvo su trabajo en la sombra, los académicos Dámaso Alonso y Rafael Lapesa impulsaron su candidatura a la Real Academia de la Lengua. 

Su nombre, tras una intensa campaña mediática no exenta de polémica, finalmente fue rechazado, y desde entonces muchos de los que la admiraron la llamarían “la académica sin sillón”. Hubiera sido la primera mujer en 200 años de historia de la vetusta Academia. 

En 1981, María Moliner moría de Alzheimer. Para miles de personas en todo el mundo “las palabras ordenadas” del Diccionario se convirtieron en referencia, tal y como explica la autora de El exilio interior: ”Es una gran injusticia que no entrara en la Real Academia, y que no se le reconociera públicamente su labor en vida. Y más cuando su Diccionario había actualizado de nueva planta las definiciones ya obsoletas del diccionario de la RAE y era el que muchos académicos utilizaban en sus propias investigaciones o en su quehacer cotidiano”, puntualiza.

María Moliner rompió con la tradición de definir los términos a partir de sinónimos y de frases oscuras y estereotipadas del estilo de: "dícese de" o "acción y efecto de". Ella marcó su propio estilo basándose en explicaciones claras, sin sinónimos, con un vocabulario sencillo, fácil de entender para un niño o un extranjero.
De hecho, tal era la importancia del DUE entre los traductores que entre ellos se acuñaba el término: “Lo que diga el María Moliner va a misa”. Sin duda, aquella “señora recoleta” se sentiría orgullosa.




Texto de Ana Belén García Flores 




Lunes 5 Rosa Parks: la dignidad y la valentía tienen nombre de mujer.



LA DIGNIDAD Y LA VALENTÍA TIENEN NOMBRE DE MUJER:

ROSA PARKS, LA MUJER NEGRA QUE NO CEDIÓ SU ASIENTO A UN HOMBRE BLANCO EN EL AUTOBÚS




Pocas veces un “no” tuvo tanta repercusión. Corría el 1 de diciembre de 1955 cuando en Montgomery (Alabama, Estados Unidos) una señora negra de 42 años, Rosa Parks, se montó en el autobús y se sentó tranquilamente. Poco después el conductor le pidió que se levantase y le cediese el sitio a cualquier blanco que lo quisiese ocupar pues lo decía la ley y ella no se podía negar en base a dicho reglamento. Sin embargo no lo hizo. No cedió ante una ley injusta que pisoteaba los derechos de los afroamericanos. Su negativa acabó con sus huesos en el calabozo y debiendo pagar una multa de 14 dólares.

"El joven blanco que estaba de pie no había pedido el asiento; fue el conductor el que decidió crear un problema", declaraba posteriormente la propia Rosa Parks a la BBC.

Parks sabía que lo que estaba haciendo era ilegal y que el no doblegarse traería consecuencias. Sin embargo probablemente no sabía que sería la chispa que prendería la llama del movimiento americano contra las leyes discriminatorias que todavía existían en muchos estados del país. En los espacios públicos negros y blancos debían sentarse separados, ir a baños separados, etcétera, lo que suponía una vejación constante e injusta.

Con su valiente acto esta costurera además de secretaria y ayudante en la Asociación Nacional para el Avance del Pueblo de Color llamó la atención de Martin Luther King, que todavía no sería el líder que recordamos actualmente. Juntos, durante 382 días, emprendieron protestas que llevarían a la Corte Suprema de Estados Unidos a declarar que la segregación racial en el transporte iba en contra de la constitución del país.

Posteriormente, en 1996, le sería concedida la medalla presidencial de la Libertad y en 1999 el Congreso de los Estados Unidos le otorgaría la máxima distinción civil del país, la medalla de oro.

Rosa Parks moriría a los 92 años de edad el 24 de octubre de 2005, en Detroit, Estados Unidos, pero nadie olvida la valentía de una mujer frente a la injusticia y su importancia histórica en la abolición del racismo en Estados Unidos.


Martes 6: Marie Curie


                             Marie Curie


                                                                   (1867-1934)

Marie Skłodowska nació el 7 de noviembre de 1867 en Varsovia (Polonia). 

Era la quinta hija de Władysław Skłodowski, profesor de física y matemáticas de liceo, y de Bronisława Boguska, quien fue maestra, pianista y cantante. 

En aquel tiempo, la mayor parte de Polonia estaba ocupada por Rusia que, tras varias revueltas nacionalistas sofocadas violentamente, había impuesto su lengua y sus costumbres. Junto con su hermana Helena, Maria asistía a clases clandestinas ofrecidas en un pensionado en las que se enseñaba la cultura polaca. Entre sus intereses destacaba la pasión por la lectura, especialmente en la historia natural y la física. 

En Secundaria fue siempre la primera alumna de su clase y dominaba los idiomas ruso, polaco, alemán y francés. Se graduó a los 15 años. 

En ese tiempo, en Polonia, las mujeres tenían prohibido estudiar en la Universidad, por lo cual, en 1891, Marie se fue a Francia. Sus menguados medios económicos no le permitían pagar los estudios universitarios, pero consiguió una beca y se inscribió en la Facultad de Ciencias Matemáticas y Naturales de la Universidad de la Sorbona. Obtuvo la licenciatura en Física (con el primer puesto de su promoción) y también se licenció en Matemáticas (la segunda de su promoción). Es importante recordar que, en cuanto pudo, devolvió el dinero de la beca. 

En 1894, conoció al que sería su marido, Pierre Curie, que era profesor de Física. Los dos empezaron a trabajar juntos en el laboratorio. Al año siguiente, en 1895,  Pierre y Marie se casaron, en una boda sencilla en la que les dieron algo de dinero. Con este dinero se compraron dos bicicletas y pasaron todo el verano viajando por Francia con ellas. Todo esto muestra un estilo de vida frugal y sencillo. Tuvieron dos hijas.

En 1986, Marie animada por Pierre decidió hacer su tesis doctoral sobre los recientes trabajos de Henri Becquerel y Wilhem Roentgen, que habían descubierto que las sales de uranio transmitían unos rayos de naturaleza desconocida. Este trabajo estaba relacionado con el reciente descubrimiento de los rayos X por parte del físico Wilhelm Röntgen.




Marie Curie se interesó por estos trabajos y, con la ayuda de su esposo, decidió investigar la naturaleza de las radiaciones que producían las sales de uranio. Lo primero que descubrieron ambos es que las radiaciones no eran el producto de reacciones químicas, sino que se debían a la naturaleza misma de la materia. 

En 1898, tras varios años de trabajo constante, a través de la concentración de varias clases de pechblenda, aislaron dos nuevos elementos químicos: el polonio (lo nombraron así en referencia a su país natal) y el radio (debido a su intensa radioactividad). Marie y Pierre Curie se dedicaron a estudiar los materiales radiactivos, en particular la pechblenda, que tenía la curiosa propiedad de ser más radiactiva que el uranio que se extraía de ella. En esos años trabajaron en un cobertizo y Pierre era el encargado de suministrar todos los medios y artilugios para que Marie trabajara. Los dos sufrieron quemaduras y llagas producidas por los peligrosos materiales radiactivos.

El 25 de junio de 1903, Marie publicó su tesis doctoral titulada Investigaciones acerca de las sustancias radiactivas. Defendió su tesis ante un tribunal y obtuvo el doctorado con mención cum laude.

Ese mismo año, junto con Pierre Curie y Henri Becquerel, Marie fue galardonada con el Premio Nobel de Física "en reconocimiento a los extraordinarios servicios rendidos en sus investigaciones conjuntas sobre los fenómenos de radiación descubierta por Henri Becquerel". Es notable que estos dos grandes científicos, a pesar de vivir con muy escaso recursos económicos, nunca quisieron patentar sus descubrimientos e inventos. Siempre se atuvieron a sus ideas de que el conocimiento debía estar a total disposición de los otros científicos.
 



El 19 de abril de 1906 ocurrió una tragedia: Pierre fue atropellado por un carruaje de seis toneladas. Murió sin que nada se pudiera hacer por él. Marie quedó muy afectada y rechazó una pensión vitalicia. Sin embargo, quiso seguir con sus trabajos y, además, aceptó la cátedra de Física que su marido había obtenido en 1904. 

Su primera clase en la Universidad causó gran expectación, pues era la primera mujer que daba clases en la Universidad de la Sorbona, fundada hacía ya 650 años.

En 1910, después de denodados esfuerzos, y después de manipular hasta ocho toneladas de pechblenda en su cobertizo, Marie obtuvo escasamente un gramo de cloruro de radio. Al año siguiente, en 1911, recibió el Premio Nobel de Química «en reconocimiento de sus servicios en el avance de la Química por el descubrimiento de los elementos radio y polonio, el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza y compuestos de este elemento». 

Con una actitud desinteresada, no patentó el proceso de aislamiento del radio, dejándolo abierto a la investigación de toda la comunidad científica. Marie Curie fue la primera persona a la que se le concedieron dos Premios Nobel en dos diferentes campos.
En la mayoría de países europeos se empezaron a crear institutos del radio, ante su plausible utilidad en la curación del cáncer. En julio del siguiente año se terminó en París la construcción de un laboratorio consagrado al estudio de la radiactividad, el Instituto del Radio, por un acuerdo entre el Instituto Pasteur y la Sorbona, con una sección dedicada a la investigación médica y otra reservada a la física y la química, dirigida por Marie Curie.
Durante la Primera Guerra Mundial creó, con la ayuda de donativos privados, un equipo de expertos en técnicas radiográficas y, con la colaboración de su hija Irene, puso en funcionamiento más de doscientos vehículos radiológicos; madre e hija se desplazaron hasta el frente para enseñar a los médicos los nuevos métodos y técnicas de la radiología.
Marie Curie murió cerca de Salanches, Francia, el 4 de julio de 1934 por anemia aplásica, probablemente a consecuencia de las radiaciones a la que estuvo expuesta en sus trabajos.

Un año después, en 1935, su hija mayor, Irène Joliot-Curie, también obtuvo el Premio Nobel de Química por su descubrimiento de la radiactividad artificial.

En 1995, los restos de Marie Curie fueron trasladados al Panteón de París, lugar destinado a albergar los restos de los hombres ilustres, convirtiéndose así en la primera mujer en ser enterrada en él.

En Varsovia, actualmente se puede visitar la que fue su casa familiar, convertida en un museo del recuerdo de esta gran mujer.