“El hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma.”. Marcel Prévost
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En cierta ocasión, hace ya mucho tiempo, vi un fantasma. Sí,
un espectro, una aparición, un espíritu; lo puedes llamar como quieras, el caso
es que lo vi. Ocurrió el mismo año en que el hombre llegó a la Luna y, aunque
hubo momentos en los que pasé mucho miedo, esta historia no es lo que suele
llamarse una novela de terror.
todo comenzó con un enigma: el misterio de un objeto muy
valioso que estuvo perdido durante siete décadas. Las Lágrimas de Shiva, así se
llamaba ese objeto extraviado. A su alrededor tuvieron lugar venganzas
cruzadas, y amores prohibidos, y extrañas desapariciones. Hubo un fantasma, sí,
y un viejo secreto oculto en las sombras, pero también hubo mucho más.
En el verano de 1969, el mismo año de la llegada del hombre a la Luna,
Javier tiene que pasar un par de meses en Santander con sus tíos y sus
primas porque su padre contrae una enfermedad contagiosa. Al joven no le
apetece nada pasar el verano allí, ya que no recuerda a sus tíos y la
perspectiva de estar varias semanas en una casa con cuatro primas
adolescentes no le atrae en absoluto. Sin embargo, poco a poco irá
acostumbrándose al ritmo propio de Villa Candelaria, a su extraño tío
inventor que pasa más tiempo en su taller del sótano que en el salón, a
su tía que pone música clásica y borda tranquila, y a las diferentes
personalidades de las cuatro jóvenes, a las que llaman las cuatro
flores: Rosa, Margarita, Violeta y Azucena.
Además de ir a la playa, de visitar Santander y de intentar llevarse
bien con sus primas, sobre todo con Violeta, que parece que le ha
declarado la guerra por los gustos literarios del joven por la ciencia
ficción, Javier irá descubriendo algún misterio propio de la casa: un
olor a nardos que solo percibe él, el vuelo de una falda antigua al
doblar un pasillo y un misterio que pide a gritos ser resuelto: ¿quién
fue Beatriz Obregón y qué son las Lágrimas de Shiva?
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Hace poco presentábamos en LecturAbyla a Julio Verne ( Julio Verne, el hombre que imaginó el siglo XX dentro del siglo XXI ); un autor francés que empezó trabajando en un bufete de abogados hasta que se dedicó de lleno a escribir con una idea muy clara: tender un puente entre la ciencia y la literatura, acercando los avances científicos y el espíritu de "aventura" de su época a todos los públicos.
Hoy hablamos sobre Viaje al centro de la Tierra, quizá una de sus novelas más conocidas. Concebida como una de las más impresionantes aventuras de
todos los tiempos que se hayan escrito, fue considerada una genialidad por
sus contemporáneos, y aún hoy en día sigue siendo fuente de admiración,
asombro y veneración en todo el mundo.
Durante siglos, un jeroglífico ha permanecido oculto entre las hojas de un libro del siglo XII. Cuando este escrito cae en manos del profesor y geólogo alemán Otto Liddenbrock inicia un fantástico viaje al centro de la Tierra. En esta aventura, el profesor es acompañado por su
sobrino Axel y por el guía Hans. El trío, se introduce por el cráter de un volcán en Islandia en dirección al interior del globo terráqueo. A partir de ese momento, mientras descienden, vivirán innumerables
peripecias y descubrirán cosas asombrosas como el hallazgo de un mundo antiguo enterrado en las profundidades de la Tierra.
Aquí os dejamos un book-trailer del libro....Viaje al centro de la Tierra
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Acción, historia y aventura se dan cita como un torbellino en las inolvidables páginas de esta primera novela de la serie «Las aventuras del capitán Alatriste», que comienza cuando el valeroso protagonista acepta un peligroso encargo...
«No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente.»
Con estas palabras empieza El capitán Alatriste, la historia de un soldado veterano de los tercios de Flandes que malvive como espadachín a sueldo en el Madrid del siglo XVII. Sus aventuras peligrosas y apasionantes nos sumergen sin aliento en las intrigas de una España corrupta y en decadencia, las emboscadas en callejones oscuros entre el brillo de dos aceros, las tabernas donde Francisco de Quevedo compone sonetos entre pendencias y botellas de vino, o los corrales de comedias donde las representaciones de Lope de Vega terminan a cuchilladas. Todo ello de la mano de personajes entrañables y fascinantes: el joven Íñigo Balboa, el implacable inquisidor fray Emilio Bocanegra, el peligroso asesino Gualterio Malatesta, o el diabólico secretario del rey, Luis de Alquézar.
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La obra de la que voy a hablar hoy es El paso del estrecho. Se trata de una novela cuya trama se desarrolla entre Algeciras y Zaragoza. Mustafá es un joven marroquí que llega a tierras españolas por el Estrecho de Gibraltar, siendo el único superviviente de entre siete; el contrabandista que los embarcó se ha encargado de hacerlos desaparecer en las frías aguas del Mediterráneo para evitar que la Guardia Civil lo detuviera. Mustafá conoce al Chirlas y juntos emprenden un viaje hacia Zaragoza, ayudados por Ahliú, con la intención de huir de Solanas el contrabandista, y de encontrar el Libro de las Profecías. Este Libro está ubicado en el Palacio de la Aljafería de Zaragoza y ansían encontrarla por los comentarios que le había hecho a Mustafá su abuelo, ya que esta obra escondía grandes secretos.
Se trata de una novela de gran interés, que puede gustar a los adolescentes por la mezcla entre realidad y fantasía. Por un lado se retrata la cruel sociedad; contrabando en las aguas algecireñas, la corrupción en la que se ve envuelta la propia policía, a lo que se suma una serie de aventuras para hallar el Libro, y un canto a la amistad, al amor y a la importancia del multiculturalismo a través de la relación entre El Chirlas -realmente Violeta- y Mustafá. Los diálogos son divertidos y cercanos; no hay momento para el aburrimiento y nada de lo que ocurre es previsible.
Creo que es una buena propuesta de lectura para 2º o 3º de ESO... y por supuesto, para cualquiera que quiera acercarse a sus páginas.
Os dejamos el booktrailer
¿Te has quedado con ganas de más? Pídelo en la biblioteca del IES
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El argumento de esta novela se podría describir de una forma muy simple: trata sobre la rivalidad entre bandas y la lucha de clases en la ciudad de Tulsa a mediados de los años 60. Pero detenernos en esto sería injusto: nos estaríamos quedando muy, muy, muy cortos.
Rebeldes, que ya es un clásico para al menos un par de generaciones, es una historia de amistad sincera, de amor entre hermanos y también de cómo los miembros de una familia se protegen y cuidan unos de otros incluso cuando no les une ningún vínculo de sangre. Los roles están perfectamente bien definidos y la atmósfera es tan real que uno casi puede sentir el olor a cuero. Resulta casi imposible no meterse en la piel de Ponyboy, de Cherry o hasta de Dallas (incluso cuando uno ya ha dejado bastante atrás la adolescencia).
Sobre todo es una fiel descripción de lo difícil que es la vida de un adolescente, de lo perdido que se puede llegar a sentir un chaval de 14 años ante un mundo que aún le queda un poco grande pero al que en cierta manera debe enfrentarse como un adulto. La autora refleja con maestría la frustación del protagonista, que siente que sus hermanos no le comprenden y se ve obligado a gritar para ser escuchado y a huir para ser buscado.
Susan E. Hinton demuestra una asombrosa madurez como autora, especialmente si tenemos en cuenta que esta novela se publicó cuando ella tenía solamente ¡18 años! A pesar de su juventud, modeló una novela compleja y emocionante que a ratos no es fácil de digerir. La vida es dura para estos chavales de los barrios menos favorecidos y así es como quiso reflejarlo. Familias desestructuradas, alcohol, tabaco, peleas, navajas, muerte… Todos los elementos quedan perfectamente enhebrados con un lenguaje callejero que es en realidad una seña de identidad de sus personajes, del barrio en el que les ha tocado nacer, casi tanto o más que sus pelos grasientos.
Y en medio de tanta rivalidad y desigualdad, un mensaje con trazas de un intenso positivismo: la vida es efímera, el tiempo no se detiene, las hojas de los árboles cambiarán el verde por el dorado y acabarán cayéndose de la rama. Nada dorado puede permanecer, nos recuerda la autora mediante los versos de Robert Frost: los que ayer eran niños hoy se tienen que enfrentar a los problemas propios del mundo de los adultos así que hay que procurar no perder lo dorado que todos llevamos dentro. «Sigue siendo dorado, Ponyboy, sigue dorado…», es el mensaje de Johnny a su amigo, pase lo que pase no debemos perder aquello que nos hace especiales, lo que nos hace destacar, sin importar si somos greasers o socs…
Es una novela imprescindible, por su realismo, por su intensidad, porque nos hace reflexionar y porque con los años ha ido madurando y sigue siendo igual de deliciosa que cuando se lee por primera vez. Demuestra lo equivocada que está la gente que opina que las novelas juveniles son sólo para adolescentes: Rebeldes es absolutamente recomendable para jóvenes y para los no tanto.
No te pierdas el booktrailer
Viernes 8 de junio: Pintar mandalas
Pintar mandalas es una excelente técnica de relajación
Los mandalas entran en nuestros hogares. Son ideales para pasar un rato
entretenido con los niños, que se divertirán de lo lindo dejando volar su
imaginación.
Qué son
La palabra mandala proviene del sánscrito y significa “círculo
perfecto”. Es utilizado por los budistas y los hindúes como forma de
concentración que favorece la meditación. Los mandalas son idóneos para este
fin porque les ayudan a mantener la concentración de la energía en un
solo punto.
Relajación para toda la familia
Es el más inmediato y visible. Los mandalas son utilizados en distintas
terapias como técnica de relajación. Nuestros hijos también acusan las
consecuencias de su propio estrés diario y pintar mandalas puede ayudarles
a sentirse más tranquilos y serenos. Para conseguir ese efecto en nuestra
propia casa solo tenemos que propiciar un ambiente favorable y comenzar a
pintar. Fuera televisión y ruidos: el silencio o una música tranquila
que favorezca la serán la mejor opción para disfrutar el momento.
Pero sus beneficios son muchos más y son ideales para todos:
· Ayudan a desarrollar
la paciencia, la perseverancia y la constancia
· Desarrollan la autoestima,
porque cada mandala creado es único.
· Fomentan la atención y
la concentración.
· Reducen el estrés y
la ansiedad
· Estimulan su sentido
estético a través de las numerosas formas y los colores.
El significado de las formas
· Círculo: es la
perfección, el movimiento y el cambio. Habla de nuestro verdadero Yo y de
nuestra seguridad.
· Cruz: simboliza la toma de
decisiones y se relaciona con los puntos cardinales.
· Estrella: se relaciona con la
libertad y la espiritualidad
· Corazón: simboliza la
felicidad, el amor, la unión y la amistad.
· Laberinto: la búsqueda de
nuestro propio centro.
· Mariposa: se relaciona con la
transformación y la auto renovación del alma.
· Pentágono: representa los
símbolos de la tierra, el agua y el fuego. También la forma del cuerpo humano.
· Hexágono: equilibrio y
unión de contrarios.
· Espiral: vitalidad, curación y
flujo energético.
El significado de los colores
· Blanco: es el color de la
perfección, de la purificación y la iluminación.
· Verde: se relaciona con la
naturaleza, la esperanza, el crecimiento, el equilibrio y la estabilidad.
· Negro: misterio,
profundidad y silencio. También tristeza.
· Rojo: energía,
vitalidad, fuerza y valor. Pero también enfado, ira y lo prohibido.
· Azul: sinceridad, paz,
armonía, tranquilidad y libertad.
· Amarillo: simpatía. Es el
color del sol y la luz. Implica alegría, diversión y optimismo.
· Rosa: dulzura,
delicadeza, sensibilidad y amistad.
Jueves 7 de junio: La ilusión óptica
La ilusión óptica de la
flecha que siempre apunta a la derecha
Yahoo Noticias 3 de mayo de 2018
Da igual las veces que se gire a un lado o a otro. Esta flecha siempre
apunta hacia la derecha. Diseñada por Kokichi Sugihara, de la universidad
japonesa de Meiji, se vale de los conocimientos matemáticos de su
creador y de la perspectiva para engañar al ojo humano haciéndole
creer que la flecha siempre apunta al mismo lado. Sí, hay truco.
Sugihara es un matemático japonés al que
le gusta mucho jugar con las formas y los volúmenes para crear ilusiones
ópticas tridimensionales que parecen imposibles. Esta, la flecha que
siempre indica el lado derecho, es una de ellas. Si se gira 180 grados,
sigue marcando el derecho.
Según explican en Gizmodo, a la inversa, es decir, frente a un
espejo, el efecto sigue funcionando. La diferencia está en que en ese caso
el lado al que apunta es siempre el izquierdo.
Visto el efecto, ¿dónde está el
truco? La clave están en las ondulaciones del objeto. Si
se observa desde arriba se puede comprobar que tiene una forma simétrica un
tanto particular. Es decir, como si tuviese dos puntas. Lo que ocurre es que
cuando se mira desde un lateral, las ondas de la parte superior provocan un
efecto óptico que engaña al ojo ofreciéndole una forma más en punta.
El cerebro, para asimilar y procesar lo
que está viendo, le da la forma de flecha. De ahí que siempre apunte al mismo
lado. Vuelve a mirar el vídeo y lo entenderás.
Enlace para ver el video:
Miércoles 6 de junio: Sinestesia: cuando las palabras huelen y los colores se oyen.
Sinestesia: cuando las palabras huelen y los colores se oyen.
Pedro
Gargantilla
Actualizado:30/04/2017 01:06h
Actualizado:30/04/2017 01:06h
Frank Listz se enfadaba con sus músicos porque tocaban
“demasiado rosa” cuando lo que procedía era tocar “un poco más azul”.
Hay personas que oyen colores, ven sonidos, saborean números,
huelen palabras o simplemente perciben sensaciones gustativas al tocar un
objeto. Estas personas ni se encuentran enfermas ni están bajo los influjos
de las drogas, simplemente son sinestésicas.
La sinestesia es una alteración de la percepción
que afecta, aproximadamente, al 1% de la población y que se caracteriza por una
comunicación anómala entre diferentes áreas del cerebro. Las personas con
sinestesia experimentan sensaciones de un determinado sentido (por ejemplo, la
vista) cuando se estimula otro (por ejemplo, el gusto). Esta anomalía
perceptiva vendría a representar lo que vulgarmente se denomina un “cruce de
cables”.
Todos hemos sido sinestésicos
La sinestesia se debe a una alteración en el
proceso de maduración cerebral. Al nacer, según algunos científicos, todos
somos sinestésicos, porque todas nuestras neuronas están conectadas entre sí.
Cuando el cerebro comienza a desarrollarse, los vínculos interneuronales se
inhiben y los canales de procesamiento de la información sensorial se van
separando poco a poco. Sin embargo, en las personas sinestésicas estas
conexiones no se eliminan y su cerebro sigue un desarrollo diferente, pero no
patológico.
Los investigadores han descubierto que la génesis de la sinestesia se
encuentra en la herencia genética, debido a que existen familias en
las que es frecuente. Los genes serían los responsables finales de que el
proceso de maduración de la conectividad cerebral sea diferente. Lo que todavía
se desconoce es el mecanismo genético común a los diferentes tipos de
sinestesia, responsable de que la estimulación de un sentido desencadena una
percepción que no le es propia.
Hay muchos tipos
El poeta francés Arthur Rimbaud publicó en 1883 un soneto
que empezaba con el siguiente verso: “A negra, E blanca, I roja, U verde, O
azul: vocales”. Una apología de la forma de sinestesia más frecuente, la
llamada grafema-color. Consiste, básicamente, en ver los números y determinadas
palabras con un determinado color, con independencia del tono en el que esté
impreso. Además de esta forma se calcula que existen otros 80 tipos
diferentes.
La segunda variante más frecuente es aquella en
la que los sonidos se perciben como colores, es lo que se denomina sinestesia
musical. El compositor Frank Liszt sufría este tipo de anomalía, razón por la
cual se enfadaba con su orquesta cuando tocaban “demasiado rosa” en aquellos
momentos en los que correspondía era tocar “un poco más azul”. Nos podemos
imaginar la cara de asombro del resto de los músicos, que no eran sinestésicos,
ante tales peticiones.
Otros tipos más raros son las sinestesias palabra-sabor, tiempo-color o la
personificación de los grafemas. Es posible que la sinestesia pudiese
explicar algunos de los fenómenos descritos como “paranormales”, en donde
algunas personas perciben el aura de otras.
Maridaje con el arte
A pesar de lo fascinante y desconocido, la
sinestesia es una forma diferente de percibir la realidad, no es ni buena ni
mala, y responde a un fenómeno de unión de sensaciones. Por este motivo, no
debe sorprendernos que exista una estrecha relación entre arte y sinestesia.
Las personas con un mayor nivel de percepción tienen potenciada su creatividad,
lo cual no implica necesariamente que la producción artística sea de mayor
calidad.
Entre los sinestésicos famosos, además de los ya citados, tenemos a Marcel
Proust, Charles Baudelaire, Richard Wagner, Wassily Kandinsky o Alexander
Scrabin.
Para finalizar, todo aquel que quiera sentirse sinestésico por unos
momentos no tiene más que ver el comienzo de la película “Fantasía” de
Walt Disney, en donde se recrea una sinestesia musical.
Martes 5 de junio: Julio Verne, el hombre que imaginó el siglo XX dentro del siglo XIX.
Julio Verne, el hombre que
imaginó el siglo XX dentro del siglo XIX.
Julio Verne (1828-1905) fue un escritor francés,
que se inspiró en revistas científicas y en su gran biblioteca, más que en
viajes y vivencias personales, para escribir sus casi 100 obras publicadas. Es de
los autores más traducidos del mundo y el primero que convierte al científico
en un héroe en la mayoría de sus libros.
Estas son algunas de las innovaciones que Verne
imaginó y que otros científicos acabaron inventando años después.
Internet, la red de comunicaciones
En la novela París en el siglo XX (1863), Verne
habla de una red internacional de comunicaciones, la describe como algo
parecido a un telégrafo mundial, que conectaría a distintas regiones para
compartir información. El libro cuenta la historia de un joven que vive en una
ciudad con rascacielos de vidrio, trenes de alta velocidad y coches de gas, una
idea nada descabellada para lo que sería el siglo XX.
El primer submarino eléctrico
Fotografiar el fondo del mar
También
en Veinte
mil leguas de viaje submarino, el capitán Nemo toma una fotografía
del fondo marino desde el Nautilus. Faltaban más de 20 años para que esto fuese
posible. Y sucedió en 1899 gracias a Louis Boutan, pionero de la fotografía
subacuática, obtuvo las primeras instantáneas realizadas a más de 50 metros de
profundidad
Primera fotografía subacuática, de 1899
Volar en lugar de flotar (y el
primer reloj de pulsera)
A pesar de haber escrito todo un tratado sobre los
globos aerostáticos en Cinco semanas en globo (1863), Verne era partidario, para
que el hombre conquistase el cielo, de crear grandes máquinas que pesasen más
que el aire. Hasta su época, el hombre ya utilizaba globos, pero la influencia del autor en científicos como
Santos Dumont hizo que se diese un paso adelante en la creación de aviones.
Dumont, inspirado en Verne, fue el primer hombre en volar, en 1906, con un
artilugio con motor diseñado por él mismo. Ante la imposibilidad de pilotar el avión y al mismo tiempo
mirar el reloj de bolsillo, Cartier
creó para él el primer reloj de pulsera.
El paseo de Armstrong por la Luna
Con la verosimilitud de los hechos que Julio Verne
contaba en De la Tierra a la Luna (1865) y en Alrededor de la
Luna (1870) los lectores pudieron soñar con la posibilidad de
llegar a alcanzar el satélite. Las dos obras fueron escritas alrededor de 100
años antes de que el Apolo 11 llegara a la Luna en 1969, cuando Neil Armstrong se convirtió en el primer hombre en
pisar el satélite. En los libros de
Verne hay coincidencias como el lugar de partida —el cabo Cañaveral— y de
aterrizaje —en el océano Pacífico— y algunas mediciones como el grosor de las paredes de aluminio de 20 centímetros y
las del Apolo 11 tenían 30.
La conquista de los polos
En Las aventuras del capitán Hatteras
(1866), una expedición se embarca hacia la conquista del Polo Norte. Faltaban aún 40 años para que Robert Peary
llevase a cabo finalmente esta hazaña, en 1909. Algo parecido sucedió con el
Polo Sur: en La esfinge de los hielos (1897), los protagonistas llegan en
barco hasta la misma Antártida. Pero no sería hasta 1909 que Ernest Shackleton lograse alcanzar el punto más al
sur del planeta, donde nadie había llegado nunca
antes.