La
Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) cumple hoy 70
años. Proclama valores y principios que en pleno siglo XXI se consideran
esenciales, pero hicieron falta dos guerras mundiales y un raro consenso internacional para alumbrarlo. Aún así, su cumplimiento sigue siendo una tarea pendiente en muchos lugares.
La DUDH recoge el legado de siglos durante los cuales el Derecho
Natural, la doctrina jurídica según la cual hay derechos inherentes al
ser humano, algo que ya defendieron griegos y romanos en la Antigüedad, tomó forma a través distintas manifestaciones.
El primer precedente histórico es el Cilindro de Ciro
(539 a.C), dos rollos de arcilla en los que el rey persa sentó las
bases de su mandato y, entre otras cosas, liberó a los esclavos y
proclamó la libertad de culto y la igualdad racial.
En el año 590, las tribus árabes darían luz a la primera alianza de Derechos Humanos, el Pacto de los Virtuosos o Hilf al Fudul.
Y, como bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Régimen, llegarían la Carta
de Derechos de Inglaterra (1689), la Constitución de Estados Unidos
(1787) y la Declaración de los Derechos del Hombre en Francia (1789).
Habría que esperar a la creación de Naciones Unidas y su Carta fundacional, en 1945,
para hablar de Derechos Humanos. Su preámbulo y artículos 1, 55 y 56
utilizan por primera vez este término y su artículo 68 da al Consejo
Económico y Social (ECOSOC) el mandato de desarrollarlos.
Los expertos coinciden en que la consagración de los Derechos Humanos fue una reacción al horror vivido en la primera mitad del siglo XX.
“Señala el camino hacia un mundo sin guerras ni Holocausto, sin
tortura, hambre o injusticia”, ha recordado la Alta Comisionada de la
ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet.
Dos años de discusiones
No fue un proceso sencillo. El entonces presidente de Estados Unidos, Harry Truman, lanzó el órdago el mismo día que nació la ONU reclamando una “carta de derechos aceptable para todos los países”.
La cuestión se debatió en el primer periodo de sesiones de la Asamblea General, en 1946,
donde se decidió remitir el encargo al ECOSOC, que a su vez delegó la
tarea de elaborar este catálogo internacional en su Comisión de Derechos
Humanos.
La Comisión estaba integrada por 18 miembros, un
número elevado para confeccionar un borrador inicial, por lo que se
eligió a tres –Eleanor Roosevelt (Estados Unidos), Charles Habib Malik
(Líbano) y Peng Chun Chang (China)– para que arrancara el proceso.
En una de las primeras reuniones, celebrada en la casa de la viuda Roosevelt,
quedaron patentes las dificultades. El jefe de la Comisión de Derechos
Humanos, John Humphrey (Canadá), recogió en sus memorias que el delegado
chino le instó a familiarizarse con el confucionismo: “Fue su modo de decir que la influencia occidental era demasiado grande“.
Humphrey escribió un primer borrador, al que siguió
otro más amplio firmado por el delegado francés René Cassin. Sin
embargo, las suspicacias del bloque del este obligaron a aumentar la representación en el ‘comité de los tres’ y a subdividir la labor en grupos de trabajo.
Se decidió abrir las negociaciones a las aportaciones de los estados miembro, ONG y otros actores. Así, el Comité de Espiritualistas de Argentina abogó por prohibir la pena de muerte;
la Sección Palestina para la Guerra de Resistencia propuso una
provisión especial sobre la objeción de conciencia; y un vecino de
Connecticut pidió no olvidar a los apátridas.
Además, Humphrey se dedicó a circular las múltiples versiones del borrador entre los gobiernos
para asegurarse de que el día de la votación definitiva contara con los
‘síes’ suficientes. Y así fue. El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea
General reunida en París dio su visto bueno con 48 votos a favor y
ninguno en contra.
La parte negativa fue que hubo ocho abstenciones. Las de la URSS, Ucrania, Bielorrusia, Yugoslavia, Polonia y República Checa,
que pretendían enmendar la DUDH para que declarara que los nazis y los
fascistas no tenían derecho a las libertades de expresión y reunión.
Las tensiones entre los polos occidental y soviético afloraron varias
veces durante las discusiones. Una de las principales batallas fue para
que la URSS aceptara incorporar el derecho a la propiedad privada.
Y el bloque comunista, por su parte, luchó para que los llamados
derechos económicos, culturales y sociales quedaran ampliamente
recogidos.
Las otras dos abstenciones vinieron de Arabia Saudí, por la
igualdad de derechos entre cónyuges y por el derecho a cambiar de culto,
y de Sudáfrica, por el derecho a participar en la vida política, puesto que el Apartheid lo reservaba a los europeos y sus descendientes.
Un texto moderno
Bachelet ha llamado la atención sobre el hecho de que, a pesar de ser
un texto elaborado hace 70 años, está plenamente vigente porque su visionaria redacción ha permitido que se aplique a cada “nuevo dilema”, como el mundo digital, el cambio climático o la lucha de las minorías.
En esto último, la delegada india Hansa Mehta fue vital. Convenció a sus colegas para que la afirmación de que “todos los hombres nacen libres e iguales” cambiara la palabra “hombre” por “todos los seres humanos”.
“Una frase simple pero revolucionaria” que convierte a la DUDH en el
primer documento de su naturaleza sin lenguaje sexista, ha destacado
Bachelet.
La expresidenta chilena ha mencionado igualmente que al declarar que la DUDH está dirigida a todos “sin distinción de raza, color, sexo (…) u otros estatus”
dio cabida sin saberlo a colectivos que estaban absolutamente relegados
en 1948, como la comunidad LGTBI, los pueblos indígenas o las personas
con discapacidad.
Valor jurídico
A pesar de la importancia de su contenido, formalmente la DUDH es una resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas,
sin valor jurídico vinculante. “En su origen”, ha explicado a Europa
Press Javier Chinchón Álvarez, profesor de Derecho Internacional Público
de la UCM, puede entenderse como “una suerte de declaración de principios“.
“Aunque ya entonces había opiniones que defendían su valor
jurídico como un texto que concretaba e interpretaba el deber de
respetar los Derechos Humanos y libertades fundamentales que
figuraba en la Carta de las Naciones Unidas”, ha señalado. Entre ellas,
la de uno de sus ‘padres’, el francés Cassin, que defendió su “fuerza
legal”.
Cualquier duda ha quedado despejada con el paso de los años. Ahora,
“hay un amplio consenso en que la propia práctica posterior de los
estados ha hecho que lo fundamental de su contenido se haya transformado en Derecho Internacional general“, ha indicado Chinchón Álvarez.
En este sentido, la propia ONU apunta que “todos los estados
miembro han ratificado al menos uno de los nueve tratados
internacionales básicos de Derechos Humanos y el 80 por ciento ha ratificado al menos cuatro, lo que constituye una expresión concreta de la universalidad de la DUDH”.
El también cofundador de Rights International Spain lamenta que la
DUDH no posee “algo que sí es muy común en los tratados de Derechos
Humanos: un órgano internacional determinado para controlar su cumplimiento y al que acudir cuando estimemos que se ha producido alguna violación”.
La jefa de Derechos Humanos de la ONU ha reconocido que el trabajo que comenzó hace siete décadas “está muy lejos de acabar“. “Cada uno de nosotros debe dar vida al bello sueño de la DUDH”, ha instado Bachelet en su mensaje por este 70º aniversario.
Fuente: El Periódico República
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