Martes 14 de mayo

El mito de Argos 


    El mito de Argos parte de una de las innumerables infidelidades que Hera  tenía que soportar por parte de su esposo Zeus. En esta ocasión, Zeus se enamoró de Ío, una doncella sacerdotisa de Hera. Para poseerla, Zeus, dios omnipotente del Olimpo, arrojó al mundo una espesa neblina, convirtiéndose él mismo en nube, para poder estar con la doncella y así no ser vistos por su esposa.
Hera los encontró juntos y, presa de los celos, convirtió a Ío en una ternera blanca. Esta encomendó a su amigo Argos, el gigante de cien ojos, que se encargase de vigilar a la ternera noche y día.
     Resultaba difícil imaginar un guardián mejor que Argos, el gigante mitológico que nunca dormía, ya que, por las noches descansaba con cincuenta ojos, manteniendo los otros cincuenta siempre alerta. Rescatar a Ío parecía tarea imposible.
      Sin embargo, Zeus confió la misión al dios Hermes el dios mensajero, del ingenio, la astucia y la mentira. Hermes apareció en el olivo donde se encontraban Argos y la ternera, disfrazado de pastor, y se valió del dulce sonido de su flauta para adormecer por completo al gigante, momento en el que le dio muerte decapitándolo y rescató finalmente a Ío.
                                     
        Hera, al enterarse de que su esposo se encontraba detrás de la muerte de su más fiel guardián, decidió vengarse castigando a la joven doncella Ío. Luego, se acercó al cadáver de Argos, arrancó todos sus ojos y los depositó en el plumaje del pavo real  para que todos los que lo vieran desplegarlo recordaran al fiel sirviente, ahora inmortal, y el injusto final que el destino le tenía reservado.





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