Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
Miguel Hernández, Cancionero y romancero de ausencias.
El poema que acabamos de leer parece que va recorriendo la historia
del poeta, marcada por una guerra atroz, en la que murieron más de
doscientas mil personas, en España, durante los años 1936 a 1939.
En el texto, Miguel Hernández no renuncia a emplear palabras como
guerras, armas, morir. Ni dice que no existan. Pero lo que no
encontramos, porque no la hay, es violencia, ni sangre, ni disparos, ni
cañones, ni pistolas… Todas esas armas son tristes, porque sólo generan
el adiós de los seres humanos a lo único que tenemos y por lo que hay
que seguir: la vida. La nuestra y la de quienes nos rodean en este
planeta.
Las únicas armas que admite el poeta son las palabras. Por supuesto
que podemos discutir, discrepar, debatir y todas esas palabras que
conocemos como palabras sinónimas. Pero ¿es necesaria la violencia para
imponer nuestras ideas?
Lo único que provocan las guerras es tristeza, desolación,
desaparición, soledad, adiós a la vida. Todo por unas ideas que alguien
tiene y quiere que los demás obedezcan y compartan. Pero gracias a la
violencia. A la muerte del contrario, para que uno gane. ¿Gane qué?
Acompañamos el poema que acabamos de leer por el siguiente videoclip de Paco Damas que musicó el poema
Tristes guerras por Paco Damas
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