“El hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma.”. Marcel Prévost
Jueves 30 de mayo
La ortografía puntúa en Internet
Los
malos textos se ven más al aflorar escritura que antes permanecía en privado -
El correcto uso del idioma es una carta de presentación
En los foros de discusión de Internet hay
un dicho: "Si te quedas sin argumentos, métete con su ortografía".
Aunque es en realidad una burla hacia quienes no son capaces de razonar contra
el fondo de una polémica y solo pueden arremeter contra la forma, en esta frase
también subyace otra realidad: las redes sociales han convertido la expresión
escrita en la primera carta de presentación de una persona; la buena
ortografía, al pasar del ámbito privado al público, es un rasgo de prestigio
social y de credibilidad.
El empresario de Internet Charles Ducombe
hizo un análisis de una web en el que descubrió que con una mala ortografía las
ventas podían caer hasta un 50%. "Es porque, cuando se vende o se comunica
en Internet, el 99% del tiempo se usa la palabra escrita", según declaró a
la BBC. Uno de los factores que evalúa a la hora de contratar personal para sus
páginas web es la buena ortografía, que redundará en la credibilidad del sitio.
Y
como las empresas, las personas a través de Facebook, Twitter o los foros,
también tienen en la escritura a una importante y cada vez más potente fuente
de comunicación que hace que la buena ortografía sea crucial para ganar respeto
en una comunidad virtual.
"En este proceso en el que la
escritura se convierte en pública, adquiere un valor diferenciador. Si leemos
una opinión bien escrita, otra mal escrita y en ningún caso conocemos al autor,
lo normal es hacerle más caso a la primera. Mucha gente es consciente de esto y
hace el esfuerzo en mejorar", explica Álvaro Peláez, de la Fundación del
Español Urgente (Fundéu).
Entre otras labores en esta institución,
se encarga de llevar la cuenta de Twitter, que puso en marcha hace poco más de
un año. Hoy tiene más de 75.000 seguidores y una frenética actividad en la que
contesta hasta medio centenar de dudas diarias sobre el lenguaje.
Muchos de los que se acercan a ellos son
profesionales que usan el castellano en su trabajo, como periodistas, editores
o traductores. Pero otros son personas que simplemente quieren resolver sus
inquietudes y escribir mejor. "Es frecuente, cuando le resolvemos la duda
a algún usuario, que nos cuenten que han perdido una cena por una apuesta que
tenían con un amigo, o que la han ganado", cuenta Álvaro Peláez.
"Hay quien piensa que Internet acaba
con la buena ortografía. No es cierto, es que a los que antes escribían mal,
ahora se les ve más. Tú no hablas de la misma forma en una cena con amigos, con
tu pareja en un ambiente más informal o en un artículo para un periódico. Hay
contextos. En la Red sucede igual. No es lo mismo escribir en Facebook para los
amigos, que en un correo electrónico que va dirigido a una persona en concreto,
que en Twitter, que está a la luz de todo el que lo quiera leer. La gente suele
adaptarse a estos contextos", asegura Peláez.
Pone un ejemplo Ricardo Galli, un
agregador de noticias donde se generan numerosos debates de actualidad en el
que las incorrecciones están muy mal vistas: "Mi hija de 14 años escribe
mal en foros y con nosotros escribe bien. O sea, que las reglas las sabe. Sin
embargo, en determinados entornos, si lo hace correctamente se siente
excluida".
Según Darío Villanueva, secretario de la
Real Academia Española (RAE): "No creo que las nuevas tecnologías vayan a
producir una hecatombe. El uso de la lengua va ligado al intelecto de los seres
humanos, y porque haya nuevas prácticas no va a acabar. En estos nuevos medios,
el que escribe generalmente lo hace para alguien; no solo puedes escribir más
ágilmente sino que puedes hacerlo llegar más rápido a mucha más gente. Antes
mandabas una carta a Buenos Aires y tardaba un mes en llegar. Hoy haces tuit y
miles de personas pueden leerlo en el mundo entero. En la escritura electrónica
hay también posturas de distinción, quien entiende que tiene que cuidar mucho
cómo dice las cosas para que sean más eficaces porque enseguida va a leerlo
mucha gente. Si hay un problema no es de la Red, sino de la educación. Quien
tiene que enseñar ortografía no es Google, es la enseñanza".
El País, 2 de enero de 2012
Miércoles 29 de mayo
'Ikigai': la filosofía de vida de los japoneses que llegan a los 100 años
Sabemos, porque lo ha refrendado la OMS,
que Japón es el país en el que la gente vive más años (83,7 de media, entre
hombres y mujeres). En general, la longevidad nipona se ha relacionado con la
dieta, como prueban algunos estudios. Ahora bien, parece que los japoneses no
solo son campeones en el arte de vivir mucho tiempo, sino también maestros en
tener ganas de vivir. Es lo que esconde un concepto denominado ikigai, que
podría traducirse como “razón de ser”.
La idea la destaparon dos españoles,
Héctor García y Francesc Miralles, y la divulgaron en el libro Ikigai: los
secretos de Japón para una vida larga y feliz, publicado en 2016 y vendido en
30 países. Héctor García, ingeniero valenciano, vive en Japón desde hace 12
años; su amigo Miralles, periodista barcelonés, va a visitarlo a menudo. Juntos
decidieron viajar al pueblo de Okinawa que concentra la mayor población de
centenarios del mundo. Entrevistaron a muchos de ellos, y cuando les
preguntaban por qué tenían tantas ganas de vivir la palabra que pronunciaban
era ikigai.
“Todos tenían un ikigai, una motivación
vital, una misión, algo que les daba fuerzas para levantarse de la cama por las
mañanas”, dice Francesc Miralles. Tras el éxito de libro, el concepto de ikigai
se ha sumado a otras corrientes de bienestar más o menos exóticas y últimamente
de moda, como el hygge danés o el fika sueco. Miralles y García acaban de
publicar un segundo libro con un enfoque más práctico, El método ikigai.
Identificar lo que hacemos bien y nos
apasiona
El objetivo último del ikigai no es la
felicidad. De hecho, Japón está en el puesto 51 de los países más felices del
mundo según el World happiness report 2017 auspiciado por Naciones Unidas. “El
objetivo es identificar aquello en lo que eres bueno, que te da placer
realizarlo y que, además, sabes que aporta algo al mundo. Cuando lo llevas a
cabo, tienes más autoestima, porque sientes que tu presencia en el mundo está
justificada. La felicidad sería la consecuencia”, dice Miralles.
Los psicólogos explican así por qué el
hecho de identificar nuestro papel en la vida —en vez de andar sin rumbo o
saltando de una actividad equivocada a otra— puede ayudarnos a sentirnos mejor
con nosotros mismos: “Si somos capaces de encontrar nuestro rol, todo será más
fácil y placentero. Fácil, porque ejercitaremos nuestras capacidades más
afinadas; placentero, porque nos divertiremos haciéndolo”, señala José Elías
Fernández, miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y director del
Centro Joselias (Madrid).
Pero ¿todos tenemos un ikigai? Hay
personas que sienten que no poseen habilidades especiales ni objetivos que
cumplir. “Eso es una creencia equivocada”, dice Miralles. “Por eso es
importante mirar atrás y tratar de recordar qué cosas hacías bien cuando eras
niño. Todos los niños tienen un don natural: unos para el dibujo, otros para la
música, el baile, el deporte… Lo que ocurre es que estos talentos, cuando llega
la edad adulta, se tapan y es cuando uno se pregunta: ‘¿Qué he hecho con mi
vida?”.
Cuatro preguntas para ubicarnos en el
mundo
Pongamos los pies en el suelo. Sumidos en
la vorágine del día a día, detectar nuestros puntos fuertes no siempre es
fácil. Para saber cuál es nuestro ikigai, Francesc Miralles aconseja, como
punto de partida, responder cuatro preguntas:
- ¿Cuál es mi elemento? “Hay personas que
se sienten cómodas haciendo cosas solas, y a las que les estresa estar en
grupo”, plantea el experto. “Su ikigai no podrá ser enseñar, ni dar
conferencias, sino una actividad más recogida”.
- ¿Con qué actividades se me pasa el tiempo
volando? Es otro indicador de que se trata de una pasión por desarrollar,
asegura.
- ¿Qué te resulta fácil hacer? “Hay gente
que tiene facilidad para poner orden en documentos, o comprender diferentes
puntos de vista…”, ejemplifica.
- ¿Qué te gustaba cuando eras niño?
“Podremos saber si nuestro ikigai está en actividades artísticas,
intelectuales, de ayuda a los demás, de pensamiento científico, etc.”.
El siguiente paso, una vez identificado,
sería desarrollarlo. Para ello, habría que trazarse un plan y obligarnos a
seguirlo. “Por ejemplo, si una persona está aprendiendo un idioma con 60 años,
cada día tendrá que aprender una palabra nueva y repasar la del día anterior.
Para un novelista incipiente, será escribir una página al día”, dice Miralles.
Cuando el objetivo supone un cambio radical, “te has de replantear tu vida a
todos los niveles: económicamente, si podrás seguir viviendo en el lugar donde
vives, si las personas que te acompañan son las adecuadas…”, añade.
Un momento clave sería la adolescencia,
cuando empezamos a tomar decisiones sobre nuestro futuro. Hallar “aquello por
lo que merece la pena vivir” (otra definición de ikigai) a una edad tan
temprana no es fácil, y menos cuando estímulos externos pueden despistarnos.
“Hace años quise enseñar a los adolescentes, antes de que empezaran en la
universidad, a descubrir qué habilidades físicas y mentales tenían más
desarrolladas, para que escogieran la carrera más adecuada. Pero no funcionó,
porque los chicos querían alcanzar el éxito imitando a los personajes de cada
momento. Hoy pueden ser Cristiano Ronaldo o Messi; en otros tiempos, banqueros
como Mario Conde o el juez Baltasar Garzón”, se lamenta el psicólogo.
Pero el ikigai no es completo si la meta
marcada no implica un servicio a la comunidad. “Todo el mundo quiere ser útil.
Por eso nos sentimos más felices cuando hacemos un regalo que cuando lo
recibimos. Por eso el futbolista se alegra cuando marca un gol, porque percibe
la alegría que ha provocado. Si haces una cosa y nadie la reconoce, te vas a
sentir frustrado”, señala Miralles.
El País, 3/11/2017
Martes 28 de mayo
10 datos sobre la Generación Z
Se acerca el fin del reinado de
juventud millennial –dentro de poco serán parte de la prehistoria– para dar
paso a la generación Z (aquellos nacidos entre 1994 y 2010). Como era de
esperar ya abundan multitud de etiquetas y descripciones que tratan de ofrecer
un perfil de este grupo heterogéneo de jóvenes de hasta 24 años que, nacidos ya
en plena era digital, no pueden concebir el mundo sin internet.
“Esta nueva generación, nacida en pleno
auge de las redes sociales, iría desde los preadolescentes hasta los jóvenes de
poco más de 20 años que comenzarían a entrar en el mundo laboral», describe en
un artículo la profesora de comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya
(UOC), Mireia Montaña. Estos son algunos de los datos más relevantes de su
supuesto retrato:
1.
También se les conoce como ‘postmillennial’, ‘centennial’, generación K o
‘posbieber’.
2.
Son los verdaderos nativos digitales. Si en su día se habló de que los
millennials eran los que más tecnología utilizaban, estábamos equivocados. La
generación Z no recuerdan lo que era conectarse a internet a través de un módem
ligado a la línea telefónica, cuyos pitidos sordos –unido a las voces de tu
padre acusándote de haber cortado su llamada– eran infernales.
3.
No conciben un mundo sin Wi-Fi, YouTube o Instagram, afirma Silvia Sumell,
profesora de estudios de psicología y ciencias de la educación de la UOC.
Pueden usar hasta cinco dispositivos a la vez (la media millennial está en
tres) y son muy dependientes de la tecnología. Según Neus Soler, experta en
marketing y profesora de estudios de economía y empresa de la UOC, la
diferencia entre la generación anterior y esta es que “los millennials estaban
vinculados al uso de los diferentes dispositivos, mientras que la Z destaca por
el uso que hace de la información que le da el aparato”.
4.
Son más recelosos con su intimidad, saben que no deben compartirlo todo. Si el
boom de las redes sociales propició que los jóvenes compartiesen hasta los
detalles más escabrosos de su intimidad, los que vienen después “son más
conscientes de los riesgos e inconvenientes que esto conlleva”, sentencia
Sumell.
5.
Están habituados a hacer múltiples tareas y procesar al mismo tiempo varias
fuentes de información, explica Inma Rodríguez-Ardura, también profesora de
estudios de economía y empresa de la UOC.
6.
Son más autosuficientes, autodidactas y están muy preparados debido a la época
de inseguridad laboral, de crisis económica y extremada competencia. “Dicha
situación da lugar a que muchos emprendan su primer negocio desde muy jóvenes”,
señala Sumell.
7.
Tienen su propio vocabulario, como bae (acrónimo de la expresión en inglés
before anyone else para referirse a alguien a quien tienes cariño), crush
(palabra para describir cuando tienes un flechazo), ‘salseo’ (el cotilleo puro
y duro de toda la vida, pero de YouTube), stalkear (espiar a través de las
redes sociales la vida de una persona)…
8.
Tienen una sexualidad más abierta y fluida, puesto que ya no se dejan llevar
por tabúes. Según una investigación, tan solo el 66% de los jóvenes, con edades
comprendidas entre 16 y 22 años, se identifican como ‘exclusivamente heterosexuales’,
la cifra más baja de cualquier generación (en comparación con el 71% de los
millennials y el 85% de la generación X).
9.
Demuestran mayor activismo social o se prestan a mayor número de voluntariados.
Tal y como afirman los datos de Young People Omnibus de Ipsos MORI, casi la
mitad de las personas de entre 14 y 16 años (46%) en Gran Bretaña aseguran
dedicar su tiempo para ayudar a personas de su comunidad en los últimos dos
años, en comparación con solo el 30% en 2005. Y tres de cada diez (29%) están
regularmente activos en su vecindario, comunidad u organización étnica en
comparación con solo uno de cada diez (10%) en 2005.
10.
Buscan trabajos con flexibilidad de horarios y desde casa que les permitan la
conciliación con el resto de ámbitos de su vida. Aunque prefieren carreras de
ciencias –tecnología, ciencia, ingeniería o matemáticas–, les gustan los
ambientes de trabajos creativos, así como recibir feedback de sus superiores,
tal y como recoge un informe realizado por la plataforma para buscar empleo Job
Today. No obstante, como cualidades negativas resaltan su impaciencia y su
déficit de atención (8 segundos frente a los 12 de los millennials).
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