Viernes 18 de mayo El intercambio colombino


EL INTERCAMBIO COLOMBINO

Todas las especias llegaban a Europa a través de una complicada red de mercaderes, cada uno de los cuales se llevaba. Claro está, su tajada. Cuando llegaban a los mercado europeos. Las especias se vendían a sesenta mil veces más de lo que habían costado en el Lejano Oriente. De un modo inevitable, fue solo cuestión de tiempo que los que se encontraban al final de la cadena de suministro llegaran a la conclusión de que sería mucho más lucrativo recortar los pasos intermedios y cosechar ellos mismos todos los beneficios.
Y así fue como empezó la gran época de las exploraciones. Cristóbal Colón es el más recordado de esos exploradores.
El verdadero logro de colón fue conseguir cruzar el Atlántico en ambas direcciones, iniciándose el proceso conocido por los antropólogos como “el intercambio colombino”: la transferencia de alimentos y otros materiales del Nuevo Mundo al Viejo Mundo y viceversa.
Cuando los primeros europeos llegaron al Nuevo Mundo los campesinos que allí vivían cultivaban más de un centenar de tipos de plantas comestibles: patatas, tomates, girasoles, calabacines, berenjenas, aguacates, un montón de tipos distintos de judías y calabazas, batatas, cacahuetes, anacardos, piñas, mandioca, vainilla, cuatro tipos distinto de chile y chocolate, entre otras muchas cosas más… una buena variedad.
Se estima que el 60% de todas las cosechas actuales se originaron en las Américas. Y esos alimentos no solo se incorporaron a las cocinas extranjeras, sino que se convirtieron en las cocinas extranjeras. Imagínase la cocina italiana sin tomates, la cocina griega sin berenjenas, la cocina thai e indonesia sin salsa de cacahuete, los curris sin chili, las hamburguesas sin patas fritas o sin kétchup, la cocina africana sin mandioca. No hubo mesa en el mundo que no mejorara de manera drástica con los manjares de las Américas.
Pero en aquel momento nadie lo anticipó. Lo irónico para los europeos es que los alimentos que encontraron eran los que básicamente no querían y, por otro lado, no encontraron lo que querían. Colón llenó sus bodegas con lo que confiaba a pie juntillas que eran canela y pimienta. Lo primero no era más que corteza de árbol sin valor alguno, y lo segundo no era pimienta, sino chiles, excelentes cuando ya te has hecho a la idea de lo que son, peros sorprendentemente lacrimosos cuando les arreas con fuerza un bocado. Buscaban especias y el Nuevo Mundo carecía de ellas, exceptuando el chile, que resultaba en exceso y demasiado picante como para ser valorado en un principio.




Lectura extraída del libro "En Casa. Una breve historia de la vida privada" de Bill Bryson (septiembre 2011),


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