Miércoles 6 de junio: Sinestesia: cuando las palabras huelen y los colores se oyen.


Sinestesia: cuando las palabras huelen y los colores se oyen.
Pedro Gargantilla
Actualizado:30/04/2017 01:06h





Frank Listz se enfadaba con sus músicos porque tocaban “demasiado rosa” cuando lo que procedía era tocar “un poco más azul”.
Hay personas que oyen colores, ven sonidos, saborean números, huelen palabras o simplemente perciben sensaciones gustativas al tocar un objeto. Estas personas ni se encuentran enfermas ni están bajo los influjos de las drogas, simplemente son sinestésicas.
La sinestesia es una alteración de la percepción que afecta, aproximadamente, al 1% de la población y que se caracteriza por una comunicación anómala entre diferentes áreas del cerebro. Las personas con sinestesia experimentan sensaciones de un determinado sentido (por ejemplo, la vista) cuando se estimula otro (por ejemplo, el gusto). Esta anomalía perceptiva vendría a representar lo que vulgarmente se denomina un “cruce de cables”.
Todos hemos sido sinestésicos
La sinestesia se debe a una alteración en el proceso de maduración cerebral. Al nacer, según algunos científicos, todos somos sinestésicos, porque todas nuestras neuronas están conectadas entre sí. Cuando el cerebro comienza a desarrollarse, los vínculos interneuronales se inhiben y los canales de procesamiento de la información sensorial se van separando poco a poco. Sin embargo, en las personas sinestésicas estas conexiones no se eliminan y su cerebro sigue un desarrollo diferente, pero no patológico.
Los investigadores han descubierto que la génesis de la sinestesia se encuentra en la herencia genética, debido a que existen familias en las que es frecuente. Los genes serían los responsables finales de que el proceso de maduración de la conectividad cerebral sea diferente. Lo que todavía se desconoce es el mecanismo genético común a los diferentes tipos de sinestesia, responsable de que la estimulación de un sentido desencadena una percepción que no le es propia.

Hay muchos tipos
El poeta francés Arthur Rimbaud publicó en 1883 un soneto que empezaba con el siguiente verso: “A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales”. Una apología de la forma de sinestesia más frecuente, la llamada grafema-color. Consiste, básicamente, en ver los números y determinadas palabras con un determinado color, con independencia del tono en el que esté impreso. Además de esta forma se calcula que existen otros 80 tipos diferentes.

La segunda variante más frecuente es aquella en la que los sonidos se perciben como colores, es lo que se denomina sinestesia musical. El compositor Frank Liszt sufría este tipo de anomalía, razón por la cual se enfadaba con su orquesta cuando tocaban “demasiado rosa” en aquellos momentos en los que correspondía era tocar “un poco más azul”. Nos podemos imaginar la cara de asombro del resto de los músicos, que no eran sinestésicos, ante tales peticiones.
Otros tipos más raros son las sinestesias palabra-sabor, tiempo-color o la personificación de los grafemas. Es posible que la sinestesia pudiese explicar algunos de los fenómenos descritos como “paranormales”, en donde algunas personas perciben el aura de otras.



 Maridaje con el arte

A pesar de lo fascinante y desconocido, la sinestesia es una forma diferente de percibir la realidad, no es ni buena ni mala, y responde a un fenómeno de unión de sensaciones. Por este motivo, no debe sorprendernos que exista una estrecha relación entre arte y sinestesia. Las personas con un mayor nivel de percepción tienen potenciada su creatividad, lo cual no implica necesariamente que la producción artística sea de mayor calidad.
Entre los sinestésicos famosos, además de los ya citados, tenemos a Marcel Proust, Charles Baudelaire, Richard Wagner, Wassily Kandinsky o Alexander Scrabin.
Para finalizar, todo aquel que quiera sentirse sinestésico por unos momentos no tiene más que ver el comienzo de la película “Fantasía” de Walt Disney, en donde se recrea una sinestesia musical.



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