La invención del tiempo: un horario de
ferrocarril
Desde los comienzos de la
humanidad siempre se concibieron distintos artilugios para medir el tiempo como
los relojes solares, al principio no existían horarios, o los horarios se
regían por elementos naturales: la luna y el sol, las noches y los días. No es
hasta la Revolución Industrial del siglo XIX cuando las formas de
producción industriales crean la necesidad de tener que inventar un tiempo
artificial para sincronizar el trabajo, acompasar una maquinaria humana.
Surge entonces la necesidad
de coordinar los tiempos en los trabajos, surge entonces la necesidad de tener
que inventar un horario laboral: una hora de entrada, una hora de descanso y
una hora de salida. Este horario laboral se expandió al resto de actividades
humanas, inventándolas un tiempo también para ellas a fin de que se acoplasen a
él: si la jornada laboral terminaba a las cinco de la tarde, el bar de después
del trabajo sería más lógico que no abriese hasta las cinco y dos minutos de la
tarde.
¿Cuándo se inventó el
tiempo?
El transporte público fue
un elemento crucial en el plan de la invención del tiempo: era el encargado de
llevar a los obreros a las fábricas para que pudiesen cumplir puntuales el
inicio de su jornada laboral. En 1784 encontramos en Gran Bretaña uno de los
primeros horarios de carruajes: éste indicaba la hora de salida pero no
la hora de llegada, ya que era imposible cuadrar los horarios de, por ejemplo,
dos ciudades diferentes. Esto se explica por tres razones:
o
En aquella época no existía una hora consensuada ni
siquiera nacionalmente. En Londres los relojes podían indicar las 12:00
mientras que en Liverpool marcaban las 12:20.
o
El reloj no era un invento tan habitual como hoy en
día lo es en nuestras muñecas, móviles, ordenadores… Cualquiera de nosotros
seguramente tenga hoy día más relojes en su propia casa que un país entero en
aquellos años
o
Tampoco los trasportes eran rápidos o las
comunicaciones tan inmediatas como para que en Liverpool diese tiempo a saber
que iban veinte minutos adelantados respecto a Londres o que en Londres diese
tiempo a saber que iban veinte minutos retrasados respecto a Liverpool.
En 1847 las Compañías
Británicas del Ferrocarril decidieron remediar esta desincronización y
acordaron fijar una hora común para poder cuadrar un horario para sus
ferrocarriles: todas seguirían la hora del observatorio de
Greenwich. Más de
treinta años después, en 1880, el gobierno inglés decidió adoptar el mismo
sistema de consenso horario para el territorio nacional. Se inventaba, así,
oficialmente, el tiempo.
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